La dracaena es una planta de majestuosa naturaleza y su llamativo aspecto. Esta planta tan fresca es fácil de cuidar y se adapta a la mayoría de los entornos domésticos, lo que la convierte en una opción popular para muchos propietarios de plantas. El género Dracaena incluye unas 120 especies, muchas de las cuales son arbóreas y siempre están presentes en forma vertical. Su característico follaje en forma de espada se presenta en una gran variedad de colores. Estas plantas pueden alcanzar la impresionante altura de 6-20 pies si se las deja crecer o se las puede podar para mantenerlas más pequeñas en el interior.
Poda
Para mantener su aspecto arbóreo, es necesario podar el tallo o la caña de la planta con regularidad. Unas semanas después de la poda, brotará nuevo follaje justo debajo del corte. También es posible propagar la sección de la caña podada para crear otra planta de dracaena.
Otro aspecto que hace interesante a la dracaena es el origen de su nombre. Dracaena deriva de la palabra griega «drakaina», que significa «dragón hembra». Cuando se corta, esta planta produce una resina roja, parecida a la goma, que cuando se espesa se compara con la sangre de un dragón. Esta resina tiene una historia de usos que se remonta a siglos atrás, incluyendo tintes, medicinas y barniz para violines del siglo XVIII.
Iluminación
La Dracaena puede sobrevivir en condiciones de luz baja o media, pero prefiere la luz brillante y filtrada. Un lugar ideal para esta planta es una ventana soleada con una cortina transparente. Evite la luz solar directa para esta planta, ya que puede quemar o chamuscar las hojas.
Riego
Riegue la Dracaena abundantemente cuando la tierra esté seca al tacto. Utiliza una maceta y un suelo con buen drenaje para evitar que se pudran las raíces. Al considerar el cuidado de la dracaena, es importante tener en cuenta que esta planta es muy sensible al flúor. Intenta regar con agua filtrada o pura en lugar de agua del grifo si tienes la posibilidad. Proporcione a esta planta más humedad, especialmente durante los períodos más secos del año.
Fertilización
Abonar la planta con un abono equilibrado cada quince días durante la primavera y el verano. Con la llegada del otoño, reduzca la fertilización a una vez al mes y deténgala por completo durante la temporada de invierno.
Temperatura
La Dracaena prefiere temperaturas de entre 15 y 22 grados durante el día y puede tolerar un descenso de la temperatura de unos 10 grados por la noche (si la planta crece al aire libre). En la casa, mantenga la planta alejada de las corrientes de aire o de las fuentes de calor para mantener un ambiente constante.
Problemas comunes
La sequedad de las puntas y los bordes de las hojas es una señal de que la planta de dracaena no está recibiendo suficiente agua o humedad. La falta de humedad también puede hacer que las hojas se vuelvan marrones y se caigan. Asegúrese de que su planta reciba suficiente agua y considere un humidificador o un bandeja de guijarros para aumentar la humedad.
El exceso de humedad también puede causar problemas a su dracaena. Las hojas que se caen o amarillean pueden ser un signo de exceso de riego o de drenaje insuficiente. Si su planta experimenta una caída repentina de las hojas, compruebe si hay podredumbre de las raíces y asegúrese de que la planta recibe un drenaje adecuado después del riego. (Nota sobre los cuidados de la dracaena: es normal notar que las hojas inferiores de esta planta se vuelven amarillas y se caen a medida que la planta se prepara para el nuevo crecimiento).
La sensibilidad al flúor es un problema común para la dracaena. Si utiliza agua del grifo para sus plantas y nota que las hojas tienen manchas marrones oscuras o muertas, puede deberse a la toxicidad del flúor. El flúor puede acumularse en las hojas de las plantas con el tiempo y hacer que los bordes se vuelvan amarillos o marrones y se vuelvan secos o quebradizos. Intenta utilizar agua filtrada para tu dracaena.
La luz solar directa no es amiga de la dracaena. Si observa manchas o rayas secas en las hojas de su planta, significa que se ha quemado por la exposición a la luz solar directa.